¿Qué compraste realmente la última vez que hiciste una compra impulsiva?
No te estoy pidiendo que nombres el artículo en sí.
Mi pregunta va más allá.
La última vez que hiciste una compra impulsiva —te lo garantizo— querías experimentar una sensación concreta.
Quizá comodidad. Quizá confianza. Quizá seguridad o conexión.
Pero hubo una sensación que impulsó esa compra impulsiva.
Y aquí está la cuestión:
Se acerca la temporada de compras del Black Friday/Cyber Monday, lo que significa que tu cerebro está a punto de ser secuestrado por cada minorista del país.
Antes de que sus anuncios empiecen a inundar tus redes sociales, hagamos una pausa para recordarnos una verdad simple pero a menudo olvidada:
No compramos objetos. Compramos sensaciones y valores.
¿Priorizas los viajes y las nuevas experiencias? Si es así, estás comprando la sensación (y votando por el valor) de libertad y aventura.
¿Priorizas tener una casa sin hipoteca en los suburbios con la típica cerca blanca? Estás comprando la sensación/valor de estabilidad y seguridad.
¿Gastas en exceso en cenas y en recibir invitados? Estás comprando la sensación de conexión y generosidad.
¿Gastas enormes cantidades en membresías de gimnasio y clases de fitness? Estás comprando la sensación de energía y vitalidad.
¿Gastas mucho en los últimos gadgets tecnológicos? Estás comprando la sensación de ser innovador, vanguardista y estar conectado.
¿Gastas mucho en productos de belleza, para el cabello y el cuidado de la piel? Estás comprando una sensación de confianza exterior.
¿Gastas mucho en comestibles orgánicos y de origen local? Estás comprando la sensación de estar sano, conectado y alineado éticamente.
No solo compramos el objeto en sí.
Compramos la sensación que crea y los valores que representa.
Cada compra, desde una taza de café hasta un coche, es un reflejo de nuestras sensaciones y valores.
Esto no es un error de nuestra forma de pensar: es simplemente cómo están conectados nuestros cerebros.
Todos estamos comprando sensaciones y valores, lo sepamos o no. El poder está en reconocer que lo hacemos.
Así que, mientras tus buzones de entrada se llenan con diversas ofertas del Black Friday/Cyber Monday…
…y miras artículo tras artículo…
…hazte dos preguntas “¿qué es?”:
1. ¿Qué sensación estoy comprando?
2. ¿Qué valores representa esto?
Y luego complétalas con dos preguntas “¿qué podría ser?”:
3. ¿Puedo satisfacer esta sensación de alguna otra manera?
4. ¿Puedo honrar esos valores de una manera más efectiva?
Si la respuesta a la #3 o la #4 es sí, entonces felicidades: te acabas de ahorrar una compra que en realidad no querías.
Así es como realmente ahorras dinero —o, más exactamente, así es como alineas tu dinero de una manera fiel a tus principios.
Este enfoque más profundo del gasto es lo que diferencia la verdadera sabiduría financiera de esos genéricos artículos de “¡50 consejos para ahorrar dinero!”.
Internet está lleno de consejos genéricos que dicen cosas como “recorta cupones”.
Bostezo.
Eso nunca ayudó a nadie. No funciona.
Pero cuando indagamos en nuestra psicología financiera y entendemos las sensaciones y valores en la raíz de nuestra toma de decisiones, podemos dejar de permitir que los minoristas y la publicidad en redes sociales secuestren nuestras elecciones.
Porque nadie se arrepiente de gastos que están alineados con sus valores. La gente se arrepiente de los gastos que no lo están.
Y esa desalineación suele provenir de dejar que el ruido de las opiniones de los demás (publicidad, mantenerse a la altura de los demás, etc.) influya en nuestras decisiones.
Así que, al acercarse la temporada del Black Friday/Cyber Monday, dejemos de permitir que los minoristas decidan lo que valoramos.
Y usemos estas 4 preguntas para tomar decisiones de gasto que realmente estén alineadas con quienes somos.
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Descubre cómo lo que compras está determinado por tus sentimientos y valores, y aprende cuatro preguntas que te ayudan a evitar compras impulsivas durante el Black Friday y más allá.